Reza, cholita, reza
El día martes 06 de marzo tuve que viajar a Huacho, a la casa de mi tía Rosa para recoger unos documentos. Le pedí a mi amiga Liz que me acompañe, y ella dijo: bueno loquita, vamos pa’ Huacho.
En el bus le contaba a Liz la historia de los hijos de mi tía Rosa: tocaban zampoña, charango, quena y cantaban en los buses interprovinciales, hasta que un día unos franceses que viajaban a Trujillo quedaron impresionados con el arte de estos muchachos prometiéndoles un futuro en Europa, contratándolos para llevar su música por el viejo continente. Y así fue. Han pasado mas de veinte años y ellos siguen triunfando en Europa.
Liz quedó totalmente sorprendida con esta historia, dijo: oye loca, qué suerte la de tus primos.
En broma le respondí: la próxima vez que viajemos lo haré con mi cajón y tú cantarás. Quién sabe y nos encontremos con unos franceses y me lleven a cajonear por todo Europa y a ti te conviertan en la sucesora de Susana Baca.
Risas entre ambas.
Una vez llegadas a Huacho fui a la casa de mi tía. No la encontré pero dejo encargados los documentos que yo necesitaba. Nos despedimos y tomamos un carro hasta el ovalo de huacho para almorzar y luego ir a Chancay. Tenía otras cosillas que hacer por ahí.
Cuando subí a la combi que me llevó al ovalo saqué dinero del bolsillo de atrás de mi pantalón (no me gusta cargar billetera ni monedero), el cobrador, en una actitud media sospechosa, me dijo: señorita siéntese mas allá para que otro pasajero tenga espacio y yo le hice caso. Pasó la media hora del viaje y bajamos de la combi.
En la puerta de un restaurante meto la mano a mi bolsillo y… ¡Carajo! No tenía ni un puto sol.
Le dije a Liz: cholita, ya no vamos a Chancay y vamos a regresar a Lima “cantando”.
- ¡¿Por qué?! ¡¿Qué paso?!
- Liz, se me cayó todo el dinero.
Nos mirábamos y reíamos como locas recordando la historia de mis primos al tiempo que nos preguntábamos qué íbamos a cantar. Liz propuso la música de Papá Chacalón o reguetón y no parábamos de reírnos.
- Liz, latearemos rumbo a Lima.
- No. Ni cagando voy a latear por Pasamayo.
En eso recordé que dos semanas atrás había guardado veinte soles en el bolsillos pequeño de mi mochila.
- Liz, ruega que estén las veinte lucas ¡¡¡Reza, cholita, reza!!!
En el bus le contaba a Liz la historia de los hijos de mi tía Rosa: tocaban zampoña, charango, quena y cantaban en los buses interprovinciales, hasta que un día unos franceses que viajaban a Trujillo quedaron impresionados con el arte de estos muchachos prometiéndoles un futuro en Europa, contratándolos para llevar su música por el viejo continente. Y así fue. Han pasado mas de veinte años y ellos siguen triunfando en Europa.
Liz quedó totalmente sorprendida con esta historia, dijo: oye loca, qué suerte la de tus primos.
En broma le respondí: la próxima vez que viajemos lo haré con mi cajón y tú cantarás. Quién sabe y nos encontremos con unos franceses y me lleven a cajonear por todo Europa y a ti te conviertan en la sucesora de Susana Baca.
Risas entre ambas.
Una vez llegadas a Huacho fui a la casa de mi tía. No la encontré pero dejo encargados los documentos que yo necesitaba. Nos despedimos y tomamos un carro hasta el ovalo de huacho para almorzar y luego ir a Chancay. Tenía otras cosillas que hacer por ahí.
Cuando subí a la combi que me llevó al ovalo saqué dinero del bolsillo de atrás de mi pantalón (no me gusta cargar billetera ni monedero), el cobrador, en una actitud media sospechosa, me dijo: señorita siéntese mas allá para que otro pasajero tenga espacio y yo le hice caso. Pasó la media hora del viaje y bajamos de la combi.
En la puerta de un restaurante meto la mano a mi bolsillo y… ¡Carajo! No tenía ni un puto sol.
Le dije a Liz: cholita, ya no vamos a Chancay y vamos a regresar a Lima “cantando”.
- ¡¿Por qué?! ¡¿Qué paso?!
- Liz, se me cayó todo el dinero.
Nos mirábamos y reíamos como locas recordando la historia de mis primos al tiempo que nos preguntábamos qué íbamos a cantar. Liz propuso la música de Papá Chacalón o reguetón y no parábamos de reírnos.
- Liz, latearemos rumbo a Lima.
- No. Ni cagando voy a latear por Pasamayo.
En eso recordé que dos semanas atrás había guardado veinte soles en el bolsillos pequeño de mi mochila.
- Liz, ruega que estén las veinte lucas ¡¡¡Reza, cholita, reza!!!